ADVERTENCIA: Algunos contenidos de este blog pueden herir la sensibilidad de la gente sin humor o con problemas de tránsito en el tramo final de su orto. La ironía es clave aquí. En caso de intolerancia, consulte a su proctólogo.

viernes, 8 de octubre de 2010

Cascabeles en el desierto. Capítulo IV.

Incomprensión. Incomprensión y estupefacción. Todo aderezado con congelación. ¿Cómo es posible que en plena ola de calor en Julio una persona se encuentre al borde de la hipotermia?. Tras la parada obligatoria provocada por su desmayo, ahora todo era movimiento. Marcos no paraba de tiritar. Las noches en el desierto son frías, eso creía haber escuchado en algún documental, pero seguro que el tío que rodó aquel coñazo no estaba en manga corta y bermudas dentro de un coche hecho una puta mierda y con una pierna atrapada. "Me cago en la puta", repetía sin cesar el pequeño grillo cerebral que le hacía compañía. Su "consuelo de los tontos" era que por lo menos tenía musica. Axl Rose se estaba jodiendo la garganta pegando berridos como un animal en "Welcome to the Jungle". Automáticamente su mente viajó unos cuantos años atrás. Y ella se coló inevitablemente en su mente. Juntos desde el colegio. Eran muchos años ya, demasiados para mantener el interés. Sonaba mal, pero ¡qué cojones!, el mundo estaba lleno de tías buenas que se morían por follar con él. "Eres un capullo", el amiguito invisible hablaba de nuevo,"un capullo y un hijo de puta, que tienes dos niñas". Tenía razón, y precisamente por aquellas dos estrellas no habia mandado todo al carajo.


El esfuerzo por no pensar en aquello no daba sus frutos y encima la puta pierna no dejaba de dolerle. El salpicadero se había convertido en un cepo junto con el pedal del acelerador. El bloque del motor estaba a un par de metros de distancia y seguro que su destrozado pie asomaba por el otro lado del frontal. Cambió sus atormentados pensamientos familiares por los de la posibilidad de que perdiera el pie por la gangrena. ¡Joder, pues si que estamos animados esta noche!. No sabía que hora era, el reloj del coche "murió" en el accidente, ni siquiera si era el mismo día que salió de casa. Ni idea del tiempo que había estado inconsciente. Ni se acordaba de cómo coño se habia dado esa tremenda hostia.


De pronto, a unos diez metros a su izquierda, vio algo, algo que parecía... que parecía... "No , no puede ser, no me jodas, eso no es una jodida luciérnaga". En medio de aquella negra inmensidad, una luz parpadeaba. Era su teléfono. "Mierda, mierda, mierda", la vocecilla tronaba en su cabeza. Tras unos impotentes segundos de contemplación, la luz se apagó definitivamente. Aquella escena se repitió unas cuantas veces aquella noche, hasta que probablemente la batería dijo basta. O hasta que el interesado (o interesada) se cansó de no recibir respuesta. Ella volvió a su mente. Seguro que estaba preocupada. Siempre estaba pendiente de todo, el día que ella no se despertara probablemente este mundo dejaría de girar. Y él se lo agradecía coceándola. Eso sí, sin que ella supiera nada. Y, en sus últimos segundos de necedad, acarició el dedo dónde debería encontrarse un anillo. Un calambre le recorrió el magullado espinazo. ¡Imbécil!, gritó en medio de la nada, ¡eres un puto gilipollas!.



Lo sabía, seguro que lo sabía. Lo habría encontrado en algún bolsillo de su ropa al lavarla. "Hay que ser inútil", le regañó su "otro yo". A lo mejor no caía en la cuenta con un poco de suerte, pero eso era insultar la inteligencia de su mujer. Fijo, fijo que sabía que iba "tapando agujeros" por la oficina. Ahora todo era distinto. El juego secreto había sido descubierto. Sentía vergüenza y pena. Vergüenza por sus hijas cuando supieran que su papá se follaba a todo lo que caminaba. Pena por su esposa. Tan dulce y guapa para todo el mundo menos para él, una diosa era poco para él, un capullo con la crisis de la mediana edad que ligaba con chicas veinte años menores a las que impresionaba con su experiencia. ¡Joder!, gritó, a la vez que golpeaba con furia el volante. El claxon comenzó a sonar estrepitosamente. "Si señor", habló el compañero, "ahora lo acabas de arreglar". Durante un par de horas el claxon, la radio y el avisador acústico se encargaron de finiquitar la batería del coche.

6 comentarios:

Ivan dijo...

Como te cunde el tiempo.

Moisés dijo...

Tardo una hora en escribir cada capítulo, mamón. Ayer tuve la tarde libre y escribí cuatro capítulos, pero cuelgo uno al día para mantener el interés, je je je. Espero que te esté gustando.

Belén dijo...

A este paso voy a ser la consorte del próximo Nobel de Literatura...!!!
A ver si te estiras y me los pasas en primicia que alguna ventaja tengo que tener...no???

Moisés dijo...

Tendrás que sufrir como todos, ja ja ja, aunque puedes intentar convencerme (mmmmmmm)

Belén dijo...

Oye! Que he dicho "consorte" no "cortesana"...!!! Jajaja!
Bueno, si es una proposición esta noche estoy libre, guapo!

Ivan dijo...

Bueno chicos, que no se caliente el ambiente, jaja.

1 Hora en escribirlo?? O sea que no sabes saltar con la bici, pero si sabes escribir mientras montas... jajaja