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lunes, 29 de noviembre de 2010

La Isla Bonita II

El viaje lo organizó en su totalidad Belén. Por eso planeó los pateos lo más planos posible. Mirando en internet y con unos mapas que nos dejó una compañera del trabajo oriunda de Gran Canaria, organizó el asunto con rutas de duración moderada, 4 o 5 horas, y desnivel más o menos asequible para sus desentrenadas patorras. Pues tras la lluvia del primer día, el sol nos recibió el segundo con los rayos abiertos. Decidimos hacer una ruta "facililla" que consistía en subir con el coche hasta una caseta de información y recorrer unos 10 kms prácticamente planos atravesando 13 túneles excavados en la roca. Eso se acabó convirtiendo en 17 kms y 7 horas de ruta con 1200 metros de desnivel positivo y otros tantos de bajada. La casetita tenía un acceso por una infernal pista de 14 kms sólo apta para 4x4. El otro acceso era bípedo (y me consta que en algún momento cuadrúpedo). Con mi típico "esto es una mariconada y nos lo subimos en un periquete" nos merendamos seis kilómetros de subida en algo menos de tres horas, dejándonos en el camino a otra pareja de madrileños que sufrieron los rigores de las pendientes del lugar.

Sin apenas ánimos en el bolsillo para mi chica conseguí, después de sobornarla con un exquisito bocadillo de "embutido-mix", seguir un poquito más, logrando llegar hasta la escurridiza caseta. Escurridiza como el empapado y arcilloso suelo que hizo perder el contacto simultáneo de ambos pies con el terreno a mi abnegada novia, pegándose ésta una buena costalada de la que únicamente se libró su hombro derecho. Tras la obligada inspección ocular y "palpar" por mi parte y viendo que no había que lamentar daños severos más que un rasponcillo en la rodilla y algún que otro dolor latiente, seguimos raudos hacia arriba.

Allí vimos por fín el canal que debíamos seguir a través de los túneles (alguno de 400 metros de longitud) que nos llevarían a los nacientes de Marcos y Cordero, punto final de nuestra ruta. Con nuestros flamantes frontales fuimos avanzando agachados por la oscuridad.

Por la oscuridad y por el agua, porque uno de los últimos tenía casi cascadas cayendo del techo.

Y así se explica uno porqué aquello está tan verde.

Entre fotos y paradas a mirar el impresionante barranco que teníamos al lado y que poco a poco estaba siendo devorado por la niebla, tardamos dos horas en volver a la caseta de información.

Con mucho cuidado y con las piernas empezando a doler comenzamos el descenso hasta el coche. Mucho patinaje artístico pero sin incidencias y con estampas impresionantes como la que sigue.

En fin, una paliza que Belén aguantó como una jabata a pesar de llevar meses sin salir al monte. Sin duda, esta ruta está en el top 5 de las más bonitas que he hecho en mi vida. IMPRESIONANTE.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

La Isla Bonita I

Como decía Madonna en los ochenta, la verdad es que La Palma es bonita, bonita. Para los que no la conozcan, deciros que es como Asturias pero a lo bruto. Los bosques son frondosos y los desniveles bastante fuertes, pasando del nivel del mar a más de 2400 metros en pocos kilómetros. De hecho, el perímetro de la isla supera por poco los 155 kilómetros pero cuenta con más de 1000 (sí, mil) kilómetros de senderos señalizados en su interior, el paraíso de cualquier caminante. Pero tiene una pega, que hay que ir hasta allí en avión. Siendo yo un animal bastante terrestre comprenderéis rápidamente la gracia que me hacía volar. La pobre Belén llevaba años queriendo ir a las islas y al final me convenció. La caguetilla no hizo acto de presencia hasta ya estar en pleno vuelo, implorando a todos los dioses conocidos por mi humilde vida torera:

Tras pronunciar la frase de las vacaciones mientras agitaban mi acojonado cuerpecito unas cachondas turbulencias (fué un "hooostia puta" que me salió de las mismísimas entrañas), pareció que el mal rollo se esfumó y sin que apenas me temblaran las manos me pude sacar esta foto del ala:

Tras la compasión del piloto con los tripulantes en un aterrizaje totalmente suave como mi estado de ánimo en las posteriores horas al mal trago, nos cogimos nuestro Seat León alquilado (que andaba como un tiro y que estrenó Belén aprovechándose de mi estado comatoso) y zumbamos para el hotel, que estaba por cierto bastante chulo:

Para calmar el antojo de Belencita de papas arrugás nos empujamos las susodichas y dos platacos de paella en una terraza con unos 22ºC de nada. Paseo por la zona y poco más pudimos hacer. Al día siguiente, primer disgusto. Amaneció lloviendo a cántaros, así que el plan se redujo a dar la vuelta a la isla con el coche. Sin ver un pijo con la niebla y aclimatándome a los pedales del coche, tras unos cuantos frenazos y tirones llegamos al sur de la isla y luego al oeste hasta Tazacorte, donde el tiempo cambió radicalmente y si nos hubiéramos llevado los bañadores nos podíamos haber mojado el culete tranquilamente. Como no pudimos nos resarcimos poniéndonos jartos de comer en un bar a la orilla del mar (con papas arrugás por supuesto).

Con la panza bien llena nos metimos en una carretera infernal bordeando los acantilados hasta unas casas de pescadores incrustadas en la roca en un recodo-cueva realmente espectacular, el Porís de Tijarafe:

Yo aquella noche soñé que conducía sin parar de la paliza de volante. La velocidad máxima en las carreteras de La Palma es de 60 km/h, vamos, para morirse. Os dejo algunas fotos al atardecer: