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miércoles, 24 de noviembre de 2010

La Isla Bonita I

Como decía Madonna en los ochenta, la verdad es que La Palma es bonita, bonita. Para los que no la conozcan, deciros que es como Asturias pero a lo bruto. Los bosques son frondosos y los desniveles bastante fuertes, pasando del nivel del mar a más de 2400 metros en pocos kilómetros. De hecho, el perímetro de la isla supera por poco los 155 kilómetros pero cuenta con más de 1000 (sí, mil) kilómetros de senderos señalizados en su interior, el paraíso de cualquier caminante. Pero tiene una pega, que hay que ir hasta allí en avión. Siendo yo un animal bastante terrestre comprenderéis rápidamente la gracia que me hacía volar. La pobre Belén llevaba años queriendo ir a las islas y al final me convenció. La caguetilla no hizo acto de presencia hasta ya estar en pleno vuelo, implorando a todos los dioses conocidos por mi humilde vida torera:

Tras pronunciar la frase de las vacaciones mientras agitaban mi acojonado cuerpecito unas cachondas turbulencias (fué un "hooostia puta" que me salió de las mismísimas entrañas), pareció que el mal rollo se esfumó y sin que apenas me temblaran las manos me pude sacar esta foto del ala:

Tras la compasión del piloto con los tripulantes en un aterrizaje totalmente suave como mi estado de ánimo en las posteriores horas al mal trago, nos cogimos nuestro Seat León alquilado (que andaba como un tiro y que estrenó Belén aprovechándose de mi estado comatoso) y zumbamos para el hotel, que estaba por cierto bastante chulo:

Para calmar el antojo de Belencita de papas arrugás nos empujamos las susodichas y dos platacos de paella en una terraza con unos 22ºC de nada. Paseo por la zona y poco más pudimos hacer. Al día siguiente, primer disgusto. Amaneció lloviendo a cántaros, así que el plan se redujo a dar la vuelta a la isla con el coche. Sin ver un pijo con la niebla y aclimatándome a los pedales del coche, tras unos cuantos frenazos y tirones llegamos al sur de la isla y luego al oeste hasta Tazacorte, donde el tiempo cambió radicalmente y si nos hubiéramos llevado los bañadores nos podíamos haber mojado el culete tranquilamente. Como no pudimos nos resarcimos poniéndonos jartos de comer en un bar a la orilla del mar (con papas arrugás por supuesto).

Con la panza bien llena nos metimos en una carretera infernal bordeando los acantilados hasta unas casas de pescadores incrustadas en la roca en un recodo-cueva realmente espectacular, el Porís de Tijarafe:

Yo aquella noche soñé que conducía sin parar de la paliza de volante. La velocidad máxima en las carreteras de La Palma es de 60 km/h, vamos, para morirse. Os dejo algunas fotos al atardecer:



3 comentarios:

Ivan dijo...

Veo que os lo habéis pasado muy bien, aunque espero que quede lo mejor.

Por cierto, vais mejorando con la cámara de fotos ;-P

Moisés dijo...

Algunas están hechas con una Olimpus pequeñaja, no te creas. Pero vamos, que las fotos no hacen justicia al sitio. Es mucho más bonito en directo. No veas como noté el cambio de coche, luego en el Vectra ni frenaba, ni giraba ni nada de nada. Necesito un bugaaaaaaaaaa

Dave The Rake Goldman (bad to the bone) dijo...

Joder, impresionantes fotos... y viendo el frío que hace aquí, ¡qué ganas de estar allí!