ADVERTENCIA: Algunos contenidos de este blog pueden herir la sensibilidad de la gente sin humor o con problemas de tránsito en el tramo final de su orto. La ironía es clave aquí. En caso de intolerancia, consulte a su proctólogo.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Open de España en la Casa de Campo














Pues la crónica va a ser breve, como lo fué mi mecha haciéndome explotar como un cohete en la segunda de las cuatro vueltas que tenía que dar. Un cumpleaños la noche anterior me dejó al punto, durmiendo sólo tres horas y haciendo una cena de todo menos particularmente buena para rendir a tope, a saber: Torrijas, croquetas, coca-cola, doritos y tarta de chocolate...Vamos, para ir como un misíl. Me pasó como al Ferrari de Alonso, mi motor no subía de vueltas y ya en la salida me adelantó todo dios por todos los lados posibles, incluso por arriba porque el tío de detrás hizo la catapulta y se dió un costalazo de cuidado. Me dolían las piernas mogollón y en la segunda vuelta empecé a perder la trazada en las bajadas del tostón que llevaba. Me recuperé un poco en la tercera vuelta pero me hundí en la última y me robaron la cartera unos pocos sin ni siquiera intentar mantener la posición. Bastante que no me bajé de la bici. Un puesto 46 y los brazos achicharrados del solecíbiris que rondaba por los madriles. En fín un calentón de los buenos, aunque me consuela que no fuí el único que acabó fundidillo, porque había cada careto por allí que no veais. Eso sin contar con los trastazos que se dió la peña. Hasta Hermida, el campeón del mundo, se dió un hostión de infarto. En fín, Serafín, que vinimos a este mundo a sufrir.

martes, 22 de marzo de 2011

La foto que me salvó...

...o la primera anécdota...o la primera aventura. No consigo decidirme por uno de éstos títulos para esta entrada, pero cualquiera de ellos resume a la perfección una historia que me ocurrió hace muchos, muchos años. Corrían los finales de los ochenta y yo contaba con unos diez u once años. Mi colegio organizaba todos los años dos o tres salidas de varios días a la montaña. Preparaban rutas de senderismo, acampada y cosas así. La mayoría de mis compañeros llevaban hacíendolo varios años, pero a mí, quien me lo iba a decir, no me llamaba la atención lo más mínimo. Digamos que por aquellas fechas yo era de complexión perezosa. Nunca había salido del abrigo de mis padres más que alguna noche suelta a casa de un amiguete y poco más. Ese año no sé que me dió que me animé y me apuntaron al campamento. Eran cinco días en Villanúa, cerca de Jaca, para recorrer algunas zonas del pirineo Aragonés. Mis padres me tuvieron que comprar una mochila (de esas con varillas de metal en la espalda que no había dios que aguantara), un saco de dormir, una cantimplora que duró sin abollarse más o menos medio día y unas playeras Puma para caminar por el monte (¿?).

Mi primer viaje largo en autobús me hizo descubrir que los órganos que tu creías internos pueden intentar convertirse rápidamente en externos. También me hizo probar por primera vez la Coca-Cola americana, con unas latas con colores alucinantes que nunca habíamos visto y con el doble de azúcar que la española. El conductor del autobús se encargó de traficar con el veneno de color caramelo con los niños de mi clase (incluído yo) y se hizo con una buena hucha a costa del mono que teníamos todos de aquella bebida burbujeante. Yo no era un niño especialmente activo, quien me ha visto y quien me vé, por lo que cada día de marcha era una paliza para mí así que el día que nos ocurrió nuestra particular aventura, yo ya iba digamos que en la reserva.

Subimos a una montaña de cuyo nombre no podría acordarme ni aunque quisiera porque ya no debía tener ni un miligramo de glucosa en el cerebro. Nos colocaron en grupos de cuatro y nos propusieron la siguiente actividad. Bajaríamos la montaña a intervalos de dos minutos entre grupos siguiendo el camino y un río a modo de contrarreloj. El grupo que tardara menos tiempo, lógicamente ganaría. Pues os adelanto que nosotros precisamente no ganamos. Salimos todo lo rápido que pudimos, pero no se en qué momento perdimos el rastro y comenzamos a meternos en un frondoso bosque. Seguimos bajando entre la maleza y en un mal paso una compañera se esguinzó el tobillo. Pues hála, a turnos con la niña subida a la espalda y para abajo. Al rato oímos voces y nos juntamos con otro grupo que se había perdido también. Nos vieron gracias a que a mi compi Javier tuvo la genial idea de lanzar una piedra por encima de los árboles para que vieran dónde nos encontrábamos, sin saber, o eso quiero creer, que la piedrecilla caería sobre mi inocente espalda, lo que me provocó un vaciado instantáneo del aire que contenían mis jóvenes pulmones. Creyendo que teníamos suerte porque así teníamos relevo para hacer de mula de carga con la tullida nos encontramos con tres niñas llorando con un ataque de nervios y un niño que se había caído y se había golpeado en la cara con una piedra. Con este planazo seguimos deambulando por el bosque durante horas, pegando gritos para ver si alguien nos oía.

Como bien sabía Murphy, cuando las cosas pueden ir peor, irán peor. Acabamos metidos en una trampa de zarzas que nos obligó a meternos en un río que nos bajaba por la derecha. Con el estupendo agua del deshielo (era Marzo) hasta nuestras redondas cinturillas tuvimos que avanzar casi un kilómetro hasta que pudimos volver a salir a tierra. Los gritos de socorro y auxilio que habíamos estado soltando por nuestras bocas en celestial coro fueron tornándose en insultos hacia los profesores por habernos metido en semejante berenjenal. Cuando el sol comenzó a agazaparse tras las montañas, el pánico se apoderó de nosotros, sobre todo cuando alguien aseguraba que había oído el aullido de lobos. En aquellos momentos yo no hacía más que pensar en mis padres, en lo mucho que los quería y con el rostro cubierto de lágrimas pensé de pronto en mi cartera. En ella llevaba una única foto, era de mi padre cuando estuvimos en el País Vasco. Llevaba un chubasquero y unos vaqueros y un largo palo en su mano a modo de bastón. Posaba feliz, con unos treinta años, en una pradera verde y con una valla de alambre de espino a su espalda. La excursión por el río la había arrugado de la humedad y la cartera había teñido de rojo uno de los laterales. Siempre fuí un niño muy serio y obediente y creo que fué la primera vez en mi vida que me negué a aceptar lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Yo no iba a morirme en aquella ladera.

Cogimos a la chica coja entre dos y nos lanzamos hacia abajo. Al poco rato llegamos a una pista forestal y siguiéndola unos pocos kilómetros nos topamos con un señor conduciendo una furgoneta que amablemente nos recogió. Alguno pensará que fué una temeridad montarnos con un desconocido, pero eran otros tiempos, como dicen los abuelos. El viaje duró poco porque nos cruzamos con los Land Rover de la Guardia Civil que iba en nuestra busca, con nuestros queridos profesores dentro. Empapados, cabreados y medio hipotérmicos nos cagamos en toda su estampa. Todo sin saber que me proporcionaron mi primera vivencia extrema, un recuerdo para toda la vida y una anécdota, la primera grande que recuerde desde luego, que contar. Todo sin saber que aquellos mismos odiados profesores serían los mejores y más queridos por mí de toda mi vida. Todo sin saber que los Pirineos inyectaron su veneno en mí para siempre. Todo sin saber que aquella foto iba a ser la foto más importante de mi vida.

lunes, 14 de marzo de 2011

El nuevo rumano

No voy a hablar de inmigración, ni de dientes de oro ni nada parecido. Os voy a presentar oficialmente a nuestro primer coche nuevo. Por fín se acabó el heredar coches que estrenaron otros. Hemos roto la hucha y nos hemos hecho con un Dacia Duster blanquito. A pesar de su aspecto es sólo tracción delantera, más que nada para evitar (cosa que no se consiguió) tentaciones de meternos en muchos berenjenales propios de los 4x4. Nos lo entregaron el jueves pasado después de algo más de un mes de espera el mismo día que mi padre cumpliría 60 años. Un buen regalo, sí señor. A día de hoy tiene ya quinientos kilómetros y ya ha catado la nieve. También ha catado la tierra. También el barro. Y por supuesto el agua.



Nos metimos el domingo por el Cerro de San Pedro a hacer "trialeras" y madre de Dios, si pudimos hacer lo que hicimos con un tracción delantera no me imagino lo que se puede hacer con un tracción total. Pa habernos matao, je je je. Belén me sorprendió. Primero porque le gustó eso de dar botes por los caminos, pero es que además la tía se descojonaba y me animaba para meternos por todos los charcos que había. Nos lo pasamos de lujo. No es el rodaje ideal para un coche nuevo, pero es que tenía unas ganas locas de zumbarle por el monte. Sólo falta que nos dure muchos años. P.D.: No penséis que hemos jubilado al Vectra. Ahí sigue el tío con su 12 años y rulando como el primer día. El mejor coche que he tenido, de momento...

jueves, 10 de marzo de 2011

Corrupción Urbanística en San Martín de Valdeiglesias









Exactamente lo que reza el título. Todo el ayuntamiento y la administración de San Martín de Valdeiglesias están bajo sospecha por una supuesta trama urbanística encubierta. Por lo visto las autoridades han descubierto un aumento desproporcionado de ventas de terreno rústico a particulares sin control alguno. La mayoría de los compradores de estas parcelas son además forasteros que, enamorados del entorno natural y el encanto propio del lugar, no dudaron en lanzarse (y nunca mejor dicho) a la adquisición descontrolada de las nombradas parcelas. De hecho, consta en los archivos que algunas de ellas fueron vendidas a varios titulares a la vez, pero lo más curioso es que algunos compraron la misma parcela una y otra vez. Los esfuerzos por parar la venta indiscriminada por parte de las autoridades, enfundadas en sus reglamentarios chalecos reflectantes, fueron vanos debido a la avalancha de compradores en determinados momentos. Si bien pudieron parar el trámite al pleno vuelo en alguno de los casos, la mayoría de las transacciones se llevaron a cabo, produciéndose la venta sin que nadie pudiera remediarlo. Se desconoce el número exacto de nuevos propietarios, pero nos consta que va a ser complicado que los implicados devuelvan los terrenos, a pesar de que la mayoría, por no decir la totalidad, se estará ahora mismo arrepintiendo de su compra. En otro orden de cosas y sin salir del mismo municipio, la Consejería de Sanidad ha realizado un llamamiento a la solidaridad en toda la Comunidad de Madrid para intentar reponer las existencias de Betadine en la anteriormente nombrada localidad, debido a un inesperado aumento de la demanda provocado por un evento deportivo ligeramente peligroso. Sin más noticias destacables se despide Moisés Morán Gámez, superviviente de la 2ª prueba del Open de Madrid 2011.

Este texto a modo de noticia periodística que a alguno le sonará a chino describe a la perfección lo acontecido en la carrera que corrí este pasado domingo. En el argot ciclista comprarse una parcela equivale a hacer una cata de suelo, un revolcón, un recostamiento o de forma más generalista, darse una ostia. El ratio ostia-participante por una vez se salió de escala, pues el trazado tiene la bien merecida fama de ser el más técnico de todo el campeonato madrileño. Es el único sitio dónde he visto los árboles forrados con colchonetas. Es justo decir que en las rutas que nos hacemos por la sierra encontramos tramos mucho peores que los de San Martín, pero no los tenemos que pasar con doscientos ciclistas más, dos, tres o cuatro veces seguidas y con una fatiga en el cuerpo considerable. La cosa a priori acojona, más si tenemos en cuenta que el jueves anterior fuímos Diego, Ángel y yo a reconocer el circuíto y acabamos en el hospital con la clavícula de Ángel partida en dos. Caída tonta y mala suerte en el aterrizaje para él, que eso sí, le echó unos huevos al asunto que no veais. Volvió al coche por su propio pie y tendríais que ver con qué tranquilidad y pundonor le dijo a su mujer que había tenido un accidente. Si alguien me tiene que dar una mala noticia, que por favor hable primero con él para que le asesore.

Las ganas de competir os podéis imaginar dónde acabaron. Con desgana fuímos el domingo. Más desgana al ver que nos colocaban en la última fila de la parrilla en un circuíto "taponero". Y voy y me marco la mejor carrera de hace años. Adelanté a más de 50 tíos y acabé el 16 (no llegué el 15 porque perdí el sprint). Lo mejor es que encima disfruté como un enano por las trialeras y pegando saltos por todo el circuíto, la cara de flipado de alguna foto lo atestigua. Mis compis hicieron un papelón también y no nos dimos ningún costalazo. En fín que nos salió todo perfecto.

P.D.: Desde aquí un abrazo muy fuerte y mucho ánimo a Ángel. Eres un machote y ya verás como dentro de poco estás liándola por los caminos con tu nuevo pepino. Vuelvo a decir que me dejaste asombrado con tu actitud. Creo que todos hemos aprendido de tí.

P.D.2: Gracias a esta carrera me he animado a entrenar más fuerte. Estaba un pelín desanimado pero parece que el esfuerzo va generando frutos. Que me dure mucho.

P.D.3: Hoy es tu cumpleaños y curiosamente va a ser un día muy especial para Belén y para mí. FELICIDADES PAPÁ.