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viernes, 27 de mayo de 2011

Semana Santa en Potes I



Con las 24Doce ocupando mi mente y todo mi tiempo no os he podido contar nada de nuestras vacaciones en Cantabria. Estuvimos en el Parador de Fuente Dé una noche, más que nada porque nunca habíamos ido a un Parador y queríamos saber qué se siente. Pues de primeras dolor en el bolsillo, luego placer por dormir en una cama de 2x2 y tener un pedazo mirador y finalmente empacho por tener un desayuno buffet con, entre otras muchas cosas, migas, morcilla con huevos fritos y cosas de esas que nunca desayunarías en tu sano juicio.


Debería haber un endocrino por habitación para controlar a los clientes. En fín, un entripao tras otro que nos cogimos. Alubias con venado para comer en el restaurante el Urogallo (¿de qué me sonará a mí el animalejo éste?), cocido liebanés en El Oso. Chuletón para Belén (aparte de que hizo una amiguita y ahora no hay quien le quite la perra de la perra...)y un sinfín de alegrías gastronómicas.


El plan, a la vista está, era más bien tranquilo. Solemos ir a la montaña a pegarnos palizas andarinas, pero esta vez queríamos descansar en la naturaleza. De hecho, alquilamos un apartamento rural con jacuzzi en ¡el dormitorio!, sí, sí, y con piscina cubierta y sauna (fuera de la casa, claro). Como unos reyes.


Sólo hicimos una ruta en los cinco días que estuvimos, que os contaré después porque tiene para rato, entre otras cosas porque dos días estuvo lloviendo como si no costara. Os pongo un vídeo con el pobre Dacia, que se llevó lo suyo por las pedregosas pistas del lugar. Disfrutamos como enanos haciendo el cafre con el blanquito.




Con el clima un poco revirado chupamos carretera y manta, fuímos a Bejes, un pueblo cerca de la famosa subida a Tresviso, cuya carretera sale del mismo desfiladero de la Hermida. Si creeis que las carreteras de allí son estrechas, es porque no habéis cogido la que sale de este pueblo hacia una ruta de senderismo. Se veía todo el pueblo desde arriba. Cabía el coche de coña, con un barranco al lado que te quitaba la tontería. La pobre Belén sufrió lo suyo, sobre todo cuando llegamos a un paso al que le faltaba un trozo de carretera en la parte exterior. Un subidón. Paseíto por un precioso hayedo, un frío del carajo y vuelta.





El jacuzzi nos dejaba como pulpos apaleados, así que el día antes de volvernos nos fuímos a hacer puertos, pero no como suelo hacerlos yo, a 190 pulsaciones y sudando la gota gorda encima de la bici, si no como los hace la gente con cerebro, en el cochecito y parando a hacer fotos. Subimos el puerto de San Glorio y allí tuvimos un momento de zoofilia (no sería el único).




Eso sí, conseguí dominar a la bestia:




Unas vistas impresionantes desde el mirador de Llesba:




Acabamos llegando a Posada de Valdeón, pueblo ahora más conocido si cabe porque allí vive Jesús Calleja, el desafiador extremo, todo después de recorrer una preciosa carretera por el fondo de un valle.




Estábamos a tiro de piedra de Caín, final-inicio de la famosa Ruta del Cares. Nos comimos unos huesitos y unas nueces (por si no hubiéramos comido suficiente), fotos de rigor y vuelta a la casita.





En fín que vinimos más que reposaos. Me estoy aficionando al pereceo en las vacaciones. Al final van a tener razón y las vacaciones son para descansar...


1 comentario:

Ivan dijo...

Si señor, si que tuvisteis que descasar... sobre todo en el jacuzzi.

Lo del parador es lo que nos pasa a los pobres, llegamos al desayuno y comemos para 1 semana, por si acaso.