ADVERTENCIA: Algunos contenidos de este blog pueden herir la sensibilidad de la gente sin humor o con problemas de tránsito en el tramo final de su orto. La ironía es clave aquí. En caso de intolerancia, consulte a su proctólogo.

miércoles, 18 de mayo de 2011

24Doce: El infierno del Norte III



Belén aprovechó mi escapada para salir con sus amigas de farra. La llamé a eso de la una de la madrugada para contarle mis penas. Me consoló como buena novia y yo me quedé con mejor ánimo. La hipotermia era sólo un mal recuerdo y me acoplé como pude en el asiento trasero para intentar dormir un poco. Creo que llegué a dormir unos cinco minutos, porque me desperté yo solito de un ronquido. No suelo roncar y mi cuerpo se asusta con el rugido del oso, así que se jodió el dormir. Me acurruqué un rato y al final decidí dejar de hacer el tonto y tomarme algo calentito en la cafetería del polideportivo. Me incorporo y ¡sorpresa!, me pegan dos calambres por la parte posterior de los muslos. Se me quedan las dos piernas como dos alitas de pollo. Con cuidadín estiro las patas sin saber que más tarde descubriría que es un mal endémico de los miembros de mi equipo, todos igualmente acalambrados. Bajo la lluvia (cómo no...) cruzo un mar de barro y me aprieto el cóctel resucita-muertos, a saber: Un té hirviendo y un café con leche escaldador de lenguas y a la postre, ambos, escurribandores intestinales en sólo quince minutos. El chute de teína-cafeína me hace ir casi corriendo hasta la carpa. Los que están allí flipan conmigo porque parezco otra persona distinta. Menudo subidón. Mis luces las está usando Carlos, así que cuando vuelve las monto a toda prisa (luego me acordaría de ello) y me sorprendo a mí mismo ansioso por salir bajo la lluvia. No me importa que ya no tenga guantes ni zapatillas secas. Se ha marchado mucha gente, no quedan casi tiendas de campaña y se ve poco movimiento. Algún tío hecho y derecho abandona entre lágrimas. Vaya tela.

Tercer Relevo:

Una persona que está bajo la carpa con voz cavernosa dice ser el Guardia. Su aspecto es igual, pero no me fío mucho. Sale a hacer su relevo mientras otra persona que se acerca a mí dice llamarse Luís y ser de mi equipo dispuesto a darme su chip, pero yo no lo tengo muy claro porque sólo el blanco de sus ojos destaca sobre el marrón de la totalidad de su cuerpo. Su voz se parece, sí, pues sí, es él. Me coloco la tobillera y enciendo las luces. El frontal dice que si eso, que otro día que ahora no le sale de los cojones encenderse. A grandes problemas, grandes soluciones. Luís me deja su casco con su frontal (después de ajustarle las correas porque según él mi cabeza es más gorda que la suya, no te joe...) y salgo tan rápido que me dejo la luz trasera sin poner. Me paro, la coloco y vuelo sobre el agua como Jesucristo. Voy sin chubasquero a pesar del tormentón, ya no caeré en el mismo error. Poco ha cambiado el camino desde la última vez, más barro, más agua y más roderas no puede haber. Adelanto a otro huevo de gente, voy muy sueltecito y el cóctel parece funcionar de lujo, tanto, que voy tan follado que le pido paso al Guardia sin ni siquiera darme cuenta de que es él hasta que me pega una voz. Un medio gruñido a modo de saludo y yo a lo mío, que no he venido aquí a hacer amigos, je je je. La poca gente que queda dando voltios se comporta estupendamente, apartándose y parándose incluso para dejarme pasar, animándome y preguntando si somos los primeros. Pues sí, hemos aumentado la ventaja sobre los segundos. Muy pero que muy bien.

Dos vueltas muy guapas y rápidas que me doy disfrutando más de lo previsto a pesar de que por las prisas no coloqué firmemente el foco en el manillar y se va girando cada vez que cojo un bache. Me llevo un susto al final porque me quedo sin freno trasero. Las pastillas están muertas. Llego a meta y me encuentro a Carlos en vez de a Borja. Va a hacerse una vuelta porque a partir de las 8 de la mañana (son las 7:30) hay premio para el que dé la vuelta más rápida, así que luego se dará Borja dos seguidas. Pues nada, otra vez a la ducha, a lavar la bici, engrasar, comer, etc... La rutina me sale automáticamente. La luz del sol permite vislumbrar los primeros caretos demacrados de la gente. El hastapollismo es la nota general. Luís se amotina y dice que en el último relevo sólo va a poder dar una vuelta. Yo hago todo lo rápido que puedo mis cuentas matemáticas. ¡Cago en la puta, que me toca otra vez dar dos vueltas y descansando una hora y pico menos!. Pues nada, como no he hecho la mili, me tendré que hacer hombre aquí. Un poco de quesada, un trozo de tarta de manzana del Guardia y otro café para recuperar. Por lo menos es de día y no llueve después de 15 ó 16 horas sin parar. Mis compis del otro equipo van octavos o décimos, no lo tienen claro, a pesar de que algún relevista se ha quedado sobado y las fuerzas de otros comienzan lógicamente a flaquear. De lujo.

1 comentario:

Dave The Rake Goldman (bad to the bone) dijo...

juasss, Moi, me descojono con lo del ronquido. A mí también me ha pasado alguna vez y lo peor es la sensación de gilipollas que se te queda cuando, todo sobado, piensas en que te has despertado a ti mismo roncando.