ADVERTENCIA: Algunos contenidos de este blog pueden herir la sensibilidad de la gente sin humor o con problemas de tránsito en el tramo final de su orto. La ironía es clave aquí. En caso de intolerancia, consulte a su proctólogo.

martes, 17 de mayo de 2011

24Doce: El infierno del Norte II





Por si el frío y el agua no fueran suficiente, el airecillo que corría era ya la puntilla. Me zampé medio tupper de arroz con atún como si estuviera comiendo langosta. Tanto Aquarius y barritas acaban por saturarte las papilas gustativas de dulce, así que agradecí ese toque salado. Había venido a vernos Chema y su familia. Apareció Robertín, el Ardilla Pedro y algunos más. Apareció el Patrón con mala cara sintiéndose culpable por habernos metido en aquel fregado. Nos lavó las bicis en los relevos, trajo repuestos, un abrigo para mí que dejó Belén en la tienda, nos ayudó a montar las luces...servicio técnico de lujo, vamos. El otro equipo de Enbici formado por el Guardia, Diego, Alberto y Richard iba bastante bien a pesar de haber perdido Alberto su chip personal. Fué un buen susto pues pensábamos que no contaría las vueltas del equipo (por suerte para eso estaba el chip "viajero" del tobillo) pero se quedó sólo en los 10 euros que costaba el perderlo, además de que no te contaba los tiempos parciales de tus vueltas. Yo estaba a punto de salir, con la incógnita de no saber cómo sería eso de montar de noche. Llevaba un frontal en el casco y un foco en el manillar cortesía del Patrón y un mega-súper-foco de los chinos que me dejó Rober el Vagco.


Segundo Relevo :


En la carpa de los relevos nos apiñábamos todos los ciclistas como ovejas en un rebaño. Caía tanta agua que decidí salir con el chubasquero puesto (nunca me lo pongo) y con los guantes y zapatillas de invierno con Gore-Tex. Luis aparece a lo lejos con las luces ya encendidas, la última vuelta se la ha hecho casi de noche. Tenemos que lavar con el agua del bidón el velcro del chip porque se despega el muy mamón. Luis viene roto, hasta la polla más concretamente. Enciendo las luces y al ataque. El trazado parece una piscina olímpica, esquivo dos o tres charcos y enseguida me doy cuenta de que es inútil, me voy a empapar en cien metros. La subida inicial está imposible, aún así no me tengo que bajar y adelanto a tres tíos. Las luces son la leche, sobre todo la de Rober, parece el foco de una moto. Realmente parece que se hace de día. Me voy animando al ver que veo. El guardabarros es un invento, voy sin gafas y no me molesta nada en los ojos. En las bajadas parece que me han cambiado el circuíto. Están llenas de roderas y muy, muy resbaladizo, tanto que tengo que sacar el pie en una curva porque me voy fuera. Tranqui que queda mucho.


La primera vuelta sale muy bien, treinta y seis minutos, pero el foco de Rober se empieza a apagar solo. Juro que cargué la batería, pero algo debe fallar. Comienzo la segunda vuelta bajo una lluvia torrencial. La meta está desierta y la zona de relevos vacía, la gente no sale a rodar ni a animar. El foco dice basta y con las otras luces no veo muy bien. El frontal del casco se baja solo (supongo que de mojarse el soporte) y tengo que levantar la cabeza mucho para que alumbre a algo más que mi rueda delantera. Me meto por los charcos grandes para que el agua me limpie de barro la bici y la transmisión, que chirría resignada con cada vuelta de pedal. Los frenos suenan como una lija contra el metal del disco. Sufro por la pobre bici más que por mí. Arriba hay niebla y sólo veo gotas de lluvia reflejadas en las luces como infinitos proyectiles hacia mi cara. Me recuerda al Halcón Milenario cuando entra en Hiperespacio y las estrellas se convierten en líneas luminosas. A mitad de vuelta la lluvia da una tregua, sudo un huevo con el chubasquero y el vaho que suelto se pasea como humo por mi haz de luz. He adelantado a mogollón de gente que va literalmente pegada al suelo. Me voy acercando a los tres cuartos de hora en esta vuelta, la tensión de no ver la va pagando mi espalda.


Empieza la última vuelta, no hay ni Dios. Voy un poco castaña pero la idea de que es la última vuelta me da algo de alas. La primera subida me hace bajarme por primera vez. Apenas puedo empujar la bici. Me monto de nuevo. No veo a nadie por el camino. Antes de salir corría el rumor de que pararían la carrera a las doce de la noche. Son las once y algo, no consigo ver bien la hora. Subo, bajo, vuelvo a subir, vuelvo a bajar... Nadie... Ni un alma. Me mosqueo bastante. Mi coco empieza a rebelarse.


Muchas veces se me mete una canción en la cabeza cuando voy pedaleando solo. No consigues que salga y vas tarareando mentalmente a veces una única estrofa durante horas. Si mi cerebro hubiera estado apto, hubiera elegido sin duda Strangers in the Night de Frank Sinatra. Le venía al pelo, pero no tenía azúcar suficiente en la chola para chorradas. Me vengo un poco abajo, casi una hora en dar la maldita vuelta, diluviando otra vez y muerto de frío. Las botas parecen dos peceras y los guantes chorrean cada vez que aprieto los frenos. La cadena no falla pero está casi rígida y fricciona tanto que parece que la voy a partir en cualquier momento. Me duele un montón el cuello de levantar la cabeza para apuntar con el frontal. Ahí está la meta y un huevo de gente me empieza a animar. Jooooder que estoy muerto.


No atino a quitarme el chip del tobillo, me tiembla todo. Borja me pregunta: ¿pero cuántas vueltas te has dado?, a tenor del tiempazo que he hecho. Ttttt rrrrr eeeee sssss, le digo. No hay ni un alma en los relevos. Viendo el asunto, decidimos ir sólo a dos vueltas por relevo. Voy a lavar la bici con una tiritona de narices. Encima hay cola, la gente lava la bici a conciencia para meterla en el coche y marcharse a casa. Llego a la carpa y la gente me pregunta pero apenas suelto dos monosílabos. Me voy a la ducha caliente corriendo. Me entono un poco pero me tengo que poner ropa húmeda y mis Merrell están empapadas, ni la carpa ni el palet han podido evitar que se cale mi único calzado seco. Con los pies calados y con el poco calor que había cogido esfumado, me como lo que queda de arroz. La novia de Borja, Virginia, me ve tan mal que me ofrece su coche, mantas y demás. Se lo agradezco, degluto como los pavos y me voy a mi coche a meterme en el saco con la calefacción a tope. Dios qué mal me encuentro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto no se hace, Moi. Te has quedado dormido y me has dejado a medias... Supongo que la noche toledana continuará, ¿no? Tú entra en calor y descansa y luego, de e nuevo a la carretera.

José Brig

Dave The Rake Goldman (bad to the bone) dijo...

joder, la verdad es que suena épico, pero épico del chungo y malo, tío. La vrdad es que lo debisteis de pasar fatal, no había sido realmente consciente de lo jodidos que debíais de estar.

Esto acrecienta el mérito, tío