En pelotas

Resuello entrecortado, ojos desorbitados, testa erguida y mandibula batiente. Quedeme de esta guisa al contemplar estupefacto sordido espectaculo. Renqueante vaiven traia yo por la cañada cuando el Rey Astro, en su empeño por cegarme, recorto ante mi la silueta de un desgarbado jinete. Un Montaraz, un cabalga-jamelgos de contornos curvos y plieges infinitos que a duras penas podia remontar una liliputiense loma. Pareciome que su atuendo se reducia a unas minusculas calzonas de color blanco inmaculado. Mas al terciarse la distancia que afortunadamente para mi nos separaba hasta ese momento, asaltome la duda de si lo que mis cansados globos oculares contemplaban era la negra costura vertical de su vestir o mas bien una hilera de ensortijados vellos entre los dos molletes de su desnudo trasero.

Tras el inevitable parpadeo y frotamiento de ojos, la maldita realidad tomo forma de hombre nudista. Sin aprecio aparente por sus atributos masculinos, sus rechonchas posaderas reposaban despreocupadas a ambos lados del asiento como alforjas cargadas de agua, imaginando yo, peor aun que verlo realmente, que lo mismo ocurria con las suyas pelotas. No dejando a mi mente materializar imagen alguna acerca del resto de su instrumento, quedeme en una encrucijada de dificil solucion. ¿Quedome detras "disfrutando" del paisaje como si nada pasara? o, ¿aprieto el paso y le rebaso?. Y he aqui otra disyuntiva mas: ¿Le saludo al pasar o no?.

Siendo bien consciente de que de una manera u otra iba a ser inevitable un contacto visual mas prolongado de lo deseado y mientras mis descarados ojillos paseaban por su parcheada piel, imagineme que lo habian fabricado a base de retales de otras razas. El cogote rojo como los indios, el lomo y los cuartos traseros parecian importados del norte de Europa. Las extremidades negras como los africanos, y la testa, a tenor de la sudorosa y despoblada coronilla, quizas de algun franciscano...

Notabase que acababa de comenzar la suya temporada de naturalismo y que seguramente estaria presto a mas paseos rutinarios hasta que la totalidad de su epidermis se tornara dorada. Eso no hacia mas que empeorar mi desazon, pues abria la puerta a otro fortuito encuentro con semejante personaje. Entre tanto pensamiento atropellado, casi sin poder evitarlo, a punto de rozar la montura del despelotado me encuentro. Frenazo que doy sin sacar de su trance al mendrugo y torrente de imagenes que arrollan mi cabeza imaginando lo desafortunado que seria el acabar en el suelo rodando con semejante criatura abrazada, o quizas sentir uno mismo lo que seria rebozar toda la piel (TODA) por el abrasivo suelo sin mayor proteccion que acaso algo de crema solar. Retirada, la unica opcion, al galope y en direccion contraria.

P.D.: Version novelada de un hecho autentico vivido cerca del carril bici y que creo que le ha pasado a mas de uno de nosotros. El jinete en pelotas nos ronda ya, se acabo su hibernacion.