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jueves, 2 de junio de 2011

Semana Santa en Potes III

Nos las prometíamos muy felices Belén y yo cuando partimos hacia Bulnes. Salimos de Collado de Pandébano después de esquivar un campo de minas de cacas de vaca y un rebaño de los susodichos animales expendedores de mierda. A los pocos metros de ascensión llegamos a una bifurcación. A la izquierda, hacia el Naranjo de Bulnes (o Picu Urriellu), a la derecha en una hora y cuarto (me descojono enterito) llegas a Bulnes. Poco tardó Belencita en catar las bondades del arcilloso barro Asturiano. Se metió un culetazo (como no podía ser de otra manera, el jodido centro de masas es lo que tiene...) que me puso los pelillos como escarpias, no porque temiera por su vida, sino por que casi me convierte en una brocheta con su bastón cuando intentó no dársela. Un poco de cachondeo por mi parte hasta que me tocó pegar un paso de baile sobre una roca mojada que me jodió la rodilla durante todo el resto del día. Y es que el caminito se las traía. Roca fija al suelo colocada por algún ingeniero que no debe ser muy caminante, porque con once meses de lluvia por allí, poner ésto a sabiendas de que va a estar constantemente empapado no es de tener muchas luces. Posando sonriente antes de flexionar la rodilla en un ángulo imposible hasta para un flamenco (me refiero al pájaro, no a un sevillano dando palmas). La cosa mejoró unos cuantos cientos de metros, pero volvimos a las andadas con las malditas piedrecitas: Aquí un vadeo innecesario por pardillo y confundirme de camino con un 50% de posibilidades de fallar (o acertar), pero el puto Murphy... Por fín parece que nos vamos acercando a Bulnes. El camino resbala muchísimo y empezamos a hartarnos de hacer surfing on the rocks. Parece que nunca vamos a llegar, pero ya distinguimos "Bulnes de Arriba" y "Bulnes de Abajo": Por fín llegamos al pueblo, dos horas de caminata, no una hora y cuarto como decía el optimista cartel, y encima bajando. Miedito que nos da la subida de vuelta. A la ribera de este gélido río nos sentamos a comer. Fuimos atracados por una gata barriguda que se zampó nuestro jamón serrano y lamió nuestros cacahuetes Eagle Snack con sal y miel, aprovechándose de nuestro estado comatoso y articular-doloroso. Perezosamente nos levantamos tras un leve descanso y nos volvemos hacia el coche, que sólo nos quedan dos horas de conducir. Al final se sube mejor que se baja, media hora menos en volver, sale un sol muy majo que nos deja ver el anteriormente cubierto Urriellu y que nos achicharra el cogote: Otra media hora menos en volver con el cochecito por el camino, también en subida la mayoría. Resumiendo, en el norte parece que se tarda menos en subir que en bajar, o eso o los oriundos del lugar no saben calcular los tiempos o allí el tiempo se detiene o yo que sé, el caso es que nunca hacemos una sóla ruta en el tiempo que ellos dicen, siempre tardamos más en lo más fácil y menos en lo difícil. En fín un lío espacio-temporal que no nos ocurre, por ejemplo, en Pirineos. Allí siempre somos unas máquinas de bajar tiempos estimados en las caminatas, je je je. Bueno, nos despedimos, ADIOOOOOOSSSSSSSS...

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