ADVERTENCIA: Algunos contenidos de este blog pueden herir la sensibilidad de la gente sin humor o con problemas de tránsito en el tramo final de su orto. La ironía es clave aquí. En caso de intolerancia, consulte a su proctólogo.

miércoles, 9 de febrero de 2011

La buena, la fea y la mala


Feminizando el título de la famosa película que interpretó el gran Clint Eastwood resumo lo acontecido en mi primera carrera del año. Estrenábamos equipación, muy bonita y de muy buena calidad, pero difícilmente distinguible entre tanta ropa similar. Se nos veía mejor de azul y amarillo pollo, pero no nos vamos a quejar ni mucho menos. También estrenaba bicicleta, un pepino de carbono de la marca Trek. Tras casi diez (si, he dicho diez) años montando sobre bicis de doble suspensión que parecían colchones de plumas para mi delicado traserillo, me dejé engañar por el diablo y me compré una verdadera máquina de carreras, rígida y ligera. Sólo tuvimos dos semanas para hacernos amigos, pero en contra de lo que yo creía, no éramos todavía uña y carne. Algo de ésto podía ser la buena en mi relato... La ropa...La bici nueva... Pues no, en mi caso la buena fue la ostia que me dí acabando la primera vuelta.



Salvé dos tentativas de aterrizaje forzoso en los primeros doscientos metros de carrera. Primero en la salida, cuando los dos que estaban delante mío en la parrilla (que por cierto me tocó atrás del todo para no variar...) se dieron un afectuoso abrazo haciéndome un sandwich. Gracias a Dios que todavía no había enganchado el pedal automático, que si no me desparramo entero. Con el susto en el cuerpo salgo a toda leche para coger al resto de compañeros. Adelanto a Luis por la derecha (menos mal que en el campo no hay código de circulación que valga) y a los tres segundos oigo un cacharrazo justo detrás de mi rueda. ¡Puffff!, me libré otra vez... Pero no todo el monte es orégano (no se que quiere decir esta expresión pero a lo mejor queda bien aquí, je je je).



En mi afán por coger a gente me agacho sobre el manillar y pedaleo como un mulo, sin fijarme en que un reguero cruza el camino de lado a lado. Me lo trago y mi mano derecha se suelta del manillar como si no me perteneciera. Hago el vuelo del Ave Fénix y mientras el tiempo se detiene consigo oír los gritos de una señora a la que conseguí impresionar desplegando mis alas, me da tiempo a calcular que parte del suelo lleno de agujeros me va a resultar más cómoda para tomar tierra y aún así me sobra tiempo para maldecir y blasfemar mientras veo volar más alto que yo a mi querida y cara bicicleta de fibra de carbono. Me levanto en un tris y tras ver que tengo más o menos todos los órganos en su sitio y que no me he cargado mi flamante ropa (antes muerta que sencilla) me fijo en la rodilla derecha. No me duele casi (irónicamente hablando, claro...) y un tremendo bulto se ha merendado a mi rótula. El adorno final lo ponen dos venas por encima súper inflamadas que daba miedo verlas. Pues ésta era la fea. La señora me da un ligero consuelo maternal mientras medio pedo busco a mi jaca unos metros más abajo. La maneta izquierda y los mandos del cambio están mirando a Roma. Le meto un viaje y los coloco en su sitio. Me monto y medio zombie sigo dando pedales. En vez de cabrearme un huevo como siempre, sólo me mosqueo un poco pero me encabezono en acabar a toda costa.



El tercer huevo que tengo se va desinflando poco a poco y con los ánimos de los colegas subiendo el famoso repechón del circuíto acabo como un jabato. El 35º, mejor que el año pasado y encima no me caí, pero a mí me sabe a victoria. Hay que ver el lado bueno de las cosas, podía haber sido mucho peor y no creo que hubiera sido mucho mejor sin la caída. Gracias a todos por los ánimos. Os preguntaréis quién o qué fue la mala en esta historia. No fué mala la suerte, porque la culpa de la caída fué sólo mía (cualquiera que me oiga no se cree lo que sale de mi boca, pero debe ser que me hago mayor y estoy madurando...). Tampoco fue mala la carrera, ni la bici. La mala fue Belén, pero no por no ir a verme a la carrera (lo estaba deseando y lo entiendo, tanto tío sudoroso enfundado en lycra...), sino porque estaba mala con la alergia la pobre mía. Se quedó con las ganas de gritar como una loca para que la oyera desde cualquier punto del circuíto. La eché mucho de menos.



P.D.: Os dejo mis fotos narcisistas, en alguna se ve el piñazo en la rodilla. Saludetes.

1 comentario:

Dave The Rake Goldman (bad to the bone) dijo...

Moe, muy buena la crónica y muy buenas las fotos tío. Cuando pasabas la primera vez por delante de nosotros mantuvimos un debate sobre si te habías caído o no. Parece ser que ganó el sí. Aún con eso, de verdad que sois unos jodidos cracks todos los que participasteis.